Aquellos que no corren, no me podrán entender, El dolor es real, aparece todos los días y me pregunto si será más fácil ahora. Realmente no, lo único más fácil es que cubro distancias mayores en periodos más cortos. El dolor es el mismo y comprendo que siempre será así. Le temo y de alguna forma lo deseo fervientemente. He aprendido a vivir con él, forma parte de mí mismo.
¿Por qué corro? Para mantenerme en línea, para conservar mi salud. Corro para ganar, corro contra reloj, corro porque la carrera forma parte de mi estilo de vida. Corro para sentirme mejor. Pero todas estas son razones parciales. Hay algo que va más allá.
La razón verdadera es la confirmación, la confirmación de que yo tengo el control.
Cada día debo hacer una elección. Experimentar dolor y malestar para lograr una meta mayor o sucumbir al impulso del cuerpo de detenerme y hacer otra cosa más confortable y placentera.
¿Quién tiene el control de mi cuerpo, o soy yo mismo?
Cada vez que corro verifico que lo tengo, que puedo ser el artífice de mi propio destino. En última instancia es por es que corro.
Me siento culpable cuando no lo hago. Cuando el cuerpo gana. Correr es la prueba de mi fortaleza, no sólo física, sino mental. Es un desafío de mi voluntad, de la mente sobre la materia, de mí contra mí mismo.
El correr es un condicionamiento tanto mental como físico. Es una terapia de voluntad para mí, es vencer el desánimo, la pereza, la indolencia. Si corro es que vencí. Cada carrera res un éxito. El más enriquecedor y profundamente satisfactorio. Extraño, pero indefectiblemente ligado a la autodisciplina, la autopostergación y el autocontrol.
En un mundo donde a menudo me siento indefenso, victimizado y controlado, el correr me ayuda a revivir sensaciones de esperanza, fuerza y convicción de que puedo lograr algo diferente, de que puedo ser responsable de mí mismo.
Se podría decir entonces que correr es una adicción. Efectivamente, pero una adicción positiva.
Para correr se requiere valor. Valor para enfrentar el reto. Valor para evitar la comodidad, para correr bajo la lluvia y para abandonar el lecho: Para tolerar el frío, para controlar el dolor y que no me controle a mí.
Adicción positiva o no, el valor está en la elección. Cuando la elección se pierde, vuelvo a sentirme controlado y victimizado. Una cosa más en mi vida que me dice que no tengo el control, que soy un simple instrumento de la fatalidad o de la circunstancia.
Debo correr como una elección y no por necesidad, o su real valor se pierde para mí. Corro por el triunfo, el triunfo de mí contra mí mismo.
autor: desconocido... sacado de algún blog o crónica (créditos al que corresponda)
Gentileza de Jorgito Lamas!!
5 comentarios:
La verdad no lo habia pensado eso de correr para tener el control, es probable que sea ese el motivo subyacente. Yo corro para medirme a mi misma, para ver hasta donde llego. Pero es cierto, el dolor es siempre el mismo, lo que cambia son las distancias que podemos recorrer.
Saludos
Silvina
El comentario acertado esta, bueno la verdad es que en todo no estoy de acuerdo yo por ejemplo con dolor no correría corro para disfrutar no para padecer, que es una droga no lo dudes
y en todo lo demás coincidimos, un saludo.
Creo que todos nos sentimos identificado con lo que describes, el correr nos generas múltiples sensaciones. Un saludo
Con respecto al dolor, recuerdo una frase que lei de Martin Fiz (creo que era de el) que decía:
"El fondista debe aprender a convivir con el dolor".
Es una de las cosas que en cada fondo me traigo a la mente... por más que duela: ya va a pasar
Me ha gustado mucho tu reflexión y además, qué razón tienes. Hace poco me preguntaba mi mujer (que está empezando a correr ahora), ¿cuando lleve más tiempo corriendo me dolerá menos, verdad? y yo le contesté: todo lo contrario, te va a doler más, lo único que cambia es tu resistencia al dolor.
Muy bueno tu blog. Saludos, Germán.
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